Por Salvador Rodríguez C.
Los medios de comunicación tradicionales, en especial los impresos, están en una crisis que se había pronosticado con años de antelación. Cuando se pensaba que las plataformas digitales serían el nuevo gran paso; la cuestión económica hizo que las aspiraciones por una revolución se contuviera. Es innegable que sitios como Vice o BuzzFeed han hecho materiales de calidad con gente experimentada en su creación. Pero el negocio no resultó como se esperaba. Despidos masivos en sedes alrededor del mundo muestran que no basta el compromiso informativo para salir adelante; en una era llena de retos, quedarse con la idea romántica de nada más informar no basta.
Maestros del periodismo contemporáneo como García Márquez, Tomás Eloy Martínez o Kapuscinsky reflexionaron sobre lo que venía en la actividad que los hizo convertirse en referente. Parte del estilo inconfundible de Ryszard se formó por las experiencias que tuvo como corresponsal. Lograr una economía de palabras. Su agenda hacía que aprovechara el tiempo y dinero para enviar un mensaje lo mejor estructurado posible a la agencia donde trabajaba. El uso certero de frases, verbos y adjetivos marcaron el sendero para algunos de los mejores textos, no sólo informativo, que se han escrito en las últimas décadas.
De forma práctica; un teléfono celular brinda las herramientas necesarias para informar. Con cámara fotográfica, capacidad de grabar video y audio, conexión a internet para difundir el mensaje; se está listo para hacer la cobertura de un evento. Ante la tendencia de ahorrar gasto en las redacciones; un reportero puede ser fotógrafo, periodista, camarógrafo y community manager en cuestión de minutos. El ahínco por manejar la exclusiva hace que los errores sean inevitables. Escribir mal los datos, dar cifras erróneas o retractarse por el daño causado al difundir un dato erróneo son cuestiones que decenas de medios hacen todos los días.
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¿Cualquiera puede ser periodista? Una pregunta que causa escozor en los experimentados hombres de las antiguas redacciones. Es claro que con tener conexión a internet tienes una exhibición casi mundial. Lo que comenzó como un oficio, por la evolución de la actividad, se convirtió en una formación universitaria. No puede negarse que la capacidad autodidacta de varias personas los llevaron a ser periodistas sobresalientes. Decenas de horas escribiendo, soportar obstáculos inesperados para obtener la información solicitada y leer la mayor cantidad de texto posibles es una formación que, a la fecha, muestra efectividad al formar las nuevas generaciones de reporteros.
Tener un gafete para cubrir un evento, tomar unas cuantas fotos en alta resolución y hacer un texto deficiente no son argumentos sólidos para ostentarse como comunicador. Ser periodista te ofrece más gratificaciones personales que económicas -a excepción de gente como la enlistada por el gobierno federal mexicano hace unos días-. Consigues un lugar de primera para apreciar a personas que, por sus actividades, son de interés público. Conoces lugares, países, colegas de distintas partes, escuchas a algunas de las mentes más brillantes en su ramo y, en algunas ocasiones, conoces a tus ídolos de deporte.
Decir que primero eres aficionado y luego periodista/comunicador no es erróneo. Se debe tener pasión por lo que se hace. Eso aplica para cualquier cuestión en la vida. Pero escribir una nota o artículo, lleno de adjetivos y sin tener un dominio básico de los géneros periodísticos, no te hace más que lucir como un fanático más. De nada sirve estar en zona mixta o recibir facilidades para entrevistar a alguien si no te quitas la mentalidad de aficionado al momento de hacer tu labor informativa.
He tenido el privilegio de compartir redacción con gente que ha ganado el Premio Nacional de Periodismo y realizado cobertura de eventos como Juegos Olímpicos y Copas del Mundo. En sus cubículos aparecían muñecos, fotografías o souvenirs de los equipos que eran fanáticos. Pero al momento de hacer su trabajo se olvidaban de fanatismos. Hacían el análisis y crítica certera del tema que les tocaba. El aficionado se queda en la calle, en las reuniones con amigos, etc. La acreditación del medio que representa inhibe al aficionado.
En la sección Barra Brava de El Universal, hace un par de meses, escribieron sobre aficionados que estuvieron sin problema con acreditación en el área de prensa del Estadio Azteca. No sé si la publicación habrá tenido consecuencias para la gente responsable. Pero para eso está el palco, no la zona donde profesionales realizan su mejor esfuerzo para hacer un trabajo de calidad. El periodismo ya sufre con la transición de la modernidad. Sumarle la cuestión de oportunistas que se ostentan como informadores es demasiado.
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